LOS PELIGROS DE LA OCIOSIDAD
Nos hemos enterado que entres ustedes hay
algunos que andan de vagos, sin trabajar en nada, y que sólo se ocupan de lo
que no les importa. A tales personas les ordenamos y exhortamos en el Señor
Jesucristo que tranquilamente se pongan a trabajar para ganarse la vida. (“Tesalonicenses
3:11,12).
La vagancia es uno de los vicios más
comunes entre muchos jóvenes. Ahí está el germen donde se forman las pandillas
juveniles, que pueden llegar a convertirse en graves focos de delincuencia en
la sociedad.
Román era un chico cuya familia gozaba de
una buena posición económica. El jovencito siempre llevaba dinero en sus
bolsillos y presumía de su costosa bicicleta de aluminio con sus amigos.
Mientras sus compañeros de clase estaban estudiando y cumpliendo tareas
escolares, a él se lo podía ver todas las tardes paseando en su bicicleta por
las calles de la ciudad. Tampoco le gustaba ir a la escuela, así que era común
que se escapara a jugar al billar en horas de clase. La situación empeoró cuando
su padre le obsequió un automóvil. La vagancia se acrecentó notablemente. Por
supuesto, los fines de semana el muchacho estaba listo para asistir a cuantas
fiestas se organizaran. Al poco tiempo dejó la escuela. Luego se juntó con otros
muchachos a los que también les gustaba la vagancia. Un par de años después
apareció en los periódicos como parte de una banda de delincuentes que la
policía había capturado.
¿Te das cuenta del precio tan alto de la
vagancia? Creo que no es ningún juego. Es entendible que a muchos jóvenes les
moleste que los manden a trabajar cuando desean un poco más de descanso. Pero
lo cierto es que adquirir hábitos de trabajo durante la juventud es muy
importante. En realidad, es un asunto más relevante de lo que te imaginas.
La filosofía del trabajo es de vital
importancia para darle sentido a la vida. Puede ser que no “prosperes”, como
otros, pero siempre tendrás lo necesario para dar salud a tu cuerpo y alma.
Como indica el Comentario Bíblico Adventista refiriéndose al versículo de hoy, “el
verdadero cristiano se ocupa de sus deberes callada y modestamente, es
diligente en sus actividades y sirve al Señor”.
No todos podemos tener en nuestros
esfuerzos los mismos resultados que ciertas personas exitosas, porque eso
depende de otros elementos que escapan a nuestro control. Pero todos podemos
disfrutar del fruto de una vida diligente: comer sosegadamente nuestro pan,
ganado honestamente, cumpliendo los consejos prácticos de Dios. Entonces
tendrás una vida de mejor calidad que glorificará siempre al Señor.
Tomado de: Meditaciones Matinales para
Jóvenes 2013
“¿Sabías qué…?”
Por: Félix H. Cortez
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