"UNA VISIÓN CELESTIAL"


"El año de la muerte del rey Uzías, vi al Señor excelso y sublime, sentado en un trono; las orlas de su manto llenaban el templo (Isaías 6:1)"

El año en que murió el rey Uzías, también conocido como Azarías, fue probablemente el 740 o 739 a.C. Su reino fue quizás el más glorioso de Judá después del de Salomón.

Reinó durante 52 años. La gloria de su reinado incluyó grandes construcciones e infraestructura para la agricultura y la ganadería, lo que propició una era de bonanza económica.

Uzías también conformó un enorme ejército y, además, llevó a cabo importantes avances en tácticas de guerra durante su reinado (2 Crón. 26:15). Por si fuera poco, Uzías recuperó el puerto de Eilat, derrotó a los filisteos, sometió a las tribus árabes e impuso tributo sobre los amonitas. Cuando se hizo grande, sin embargo, se ensoberbeció contra Dios y, en consecuencia, fue herido con lepra (2 Crón. 26:16-23). Murió de esta enfermedad el año en que Isaías recibió una de las visiones más importantes de su vida.

Debieron ser tiempos muy difíciles. Tiglat Piléser III, rey de Asiría, había subido al trono unos cinco años antes (745 a.C.), y con él surgió el Imperio Neoasirio. En el mismo 745 sometió a Babilonia. En el 744 venció a sus enemigos en el noroeste. En el 743 venció a Sardur II de Urartu y su aliado en el norte de Siria. En el 740, Arpad, la capital de la coalición opuesta a Asiría al norte de Siria, sucumbió, y con ella la coalición. Probablemente, esta la había dirigido Uzías, según el Comentario bíblico adventista.

Debemos recordar que Asiría fue probablemente el imperio más cruel de la antigüedad.

Su fama se debía a que sus soldados no solo cometían actos de crueldad, sino que los utilizaban como propaganda. Eran realmente sanguinarios. Una inscripción del rey Asurnasirpal II (883 a.C.) decía lo siguiente: “Sus hombres, jóvenes y viejos, tomé como prisioneros.

A algunos les corté los pies y las manos; a otros las narices, las orejas y los labios. De las orejas de los jóvenes hice un montón; de las cabezas de los viejos construí una torre”.

Isaías ejercería su ministerio en los momentos más difíciles de la historia de la monarquía judía. Por eso Dios le dio una visión de su grandeza antes de empezar. Quería que el profeta comprendiera que el Señor es mayor que todos los poderes enemigos. Es posible que tú y yo vivamos en los momentos más difíciles de la historia. También necesitamos una visión personal de la grandeza de Dios.

Tomado de: Meditaciones Matinales para Jóvenes 2013
“¿Sabías qué…?”
Por: Félix H. Cortez

Comentarios

  1. Isa6:1-7 (Apoc11:19). La experiencia de Isaías representa a la iglesia de los últimos días.-
    [Se cita Isa 6:1-4.] Mientras el profeta Isaías contemplaba la gloria del Señor, quedó asombrado y abrumado por el sentimiento de su propia debilidad e indignidad, y exclamó: “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”.
    Isaías había condenado los pecados de otros; pero ahora se vio a sí mismo expuesto a la misma condenación que había pronunciado contra ellos. En su culto a Dios se había contentado con tina ceremonia fría y sin vida. No se había dado cuenta de esto hasta que recibió la visión del Señor. Cuán pequeños le parecieron entonces sus talentos y su sabiduría al contemplar la santidad y majestad del santuario [celestial]. ¡Cuán indigno era! ¡Cuán incapaz para el servicio sagrado! “forma en que se vio a sí mismo podría expresarse en el lenguaje del apóstol Pablo: ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Rom 7:24).
    Sin embargo, se envió alivio a Isaías en su angustia. [Se cita Isa 6:6-7.]...
    La visión que le fue dada a Isaías representa la condición del pueblo de Dios en los últimos días. Este tiene el privilegio de ver por fe la obra que se está realizando en el santuario celestial: “Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo”. Mientras el pueblo de Dios mira por fe dentro del lugar santísimo, y ve la obra de Cristo en el santuario celestial, percibe que es un pueblo de labios inmundos; y pueblo cuyos labios con frecuencia han hablado vanidad, y cuyos talentos no han sido santificados y usados para la gloria de Dios. Bien podría desesperarse al contrastar su propia debilidad e indignidad con la pureza y el encanto del glorioso carácter de Cristo. Pero si lo desea, recibirá como Isaías la impresión que el Señor quiere hacer en el corazón. Hay esperanza para él si quiere humillar su alma ante Dios. El arco de la promesa está por encima del trono, y la obra hecha para Isaías se hará para el pueblo de Dios. Dios responderá a las peticiones que se eleven de los corazones contritos (RH 22-12- 1896).
    Isaías recibió una maravillosa visión de la gloria de Dios. Vio la manifestación del poder de Dios, y después de haber contemplado su majestad recibió el mensaje de ir y realizar cierta obra; pero se sintió completamente indigno para ella. ¿Qué hizo que se considerara indigno? ¿Pensó que era indigno antes de tener la visión de la gloria de Dios? No. Se imaginaba que era recto delante de Dios; pero cuando se le reveló la gloria del Señor de los ejércitos, cuando contempló la inexpresable majestad de Dios, dijo: “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado”. Como seres humanos, ésta es la obra que necesitamos que se haga por nosotros. Necesitamos que el carbón encendido tomado del altar sea colocado sobre nuestros labios. Necesitamos escuchar las palabras: “Es quitada tu culpa, y limpio tu pecado” (RH 4-6-1889).

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