“OBEDIENTES A LA VISIÓN CELESTIAL” PARTE 3


"Ananías respondió: “Señor, he oído hablar mucho de ese hombre y de todo el mal que ha causado a tus santos en Jerusalén” (Hechos 9:13).

La historia de la conversión de Pablo tiene una tercera lección para nosotros. Cuando Dios nos llama, quiere que venzamos nuestros prejuicios.

Los prejuicios tienen su origen y su poder en la ignorancia. Solo podemos ver el exterior de una persona, pero no sus luchas. Tampoco podemos ver sus motivos. Solamente la juzgamos por las apariencias. La única manera de superar los prejuicios es obtener una visión de la otra persona a través de los ojos de Jesucristo.

Dios conocía perfectamente a Saulo y decidió revelar a Ananías varias de esas cosas para ayudarlo a vencer sus prejuicios. Te invito a leer Hechos 9:11-16. Luego haz una lista de las cosas que Dios conocía sobre Saulo. Sabía su nombre y su lugar de nacimiento. Conocía al dueño de la casa donde se encontraba, Judas, y la dirección exacta, la calle llamada Derecha.

También sabía lo que estaba haciendo en ese preciso momento, orar, y lo que acaba de ver en visión: que Ananías se presentaría y le pondría las manos encima para que recuperara su vista. Dios también conocía el futuro de Pablo.

Alguna vez oí que hay aproximadamente tantas estrellas en el universo como granos de arena en todas las playas del mundo. Cuando supe de esa estimación me quedé atónito.

¡Nuestro Sol es como un grano de arena más de todos los que hay en nuestro planeta! Sin embargo, Dios sabe en este preciso momento quién soy, dónde estoy, qué he visto, qué hago y cuál es mi futuro. Nada lo puede tomar por sorpresa. En sus manos estoy totalmente seguro.

Ananías venció sus prejuicios y obedeció al Señor. Dios también pidió a Pablo que venciera los suyos. Pidió a ese fariseo de fariseos, que se enorgullecía de su raza, de sus orígenes y de la condición única del pueblo de Israel como el pueblo de Dios (lee Fil. 3:4-6), que predicara el evangelio a los despreciados gentiles.

Pablo fue alumno de Gamaliel, un fariseo muy prominente del judaísmo del siglo primero.

La Misná (Sotá IX, 15) dice que cuando Gamaliel murió, la gloria de la ley cesó y la pureza y la abstinencia murieron. Uno pensaría que con estas credenciales Pablo enseñaría el evangelio a la élite de Jerusalén, pero Dios tenía otros planes. Permite que los tuyos se sujeten hoy al cronograma de Dios..

Tomado de: Meditaciones Matinales para Jóvenes 2013
“¿Sabías qué…?”
Por: Félix H. Cortéz

Comentarios

  1. No cabe duda de que Ananías es uno de los héroes olvidados de la Iglesia Cristiana. Si es verdad que debemos Pablo a la oración de Esteban, también lo es que se le debemos al comportamiento fraternal de Ananías.
    Ananías recibió el mensaje del Señor de que fuera a ayudar a Saulo; tenía que ir a la calle que llamaban La Derecha. Era esta una calle importante que cruzaba Damasco de Este a Oeste. Estaba dividida a lo largo en tres partes: una central, por la que discurría el tráfico, y dos laterales para los que iban a pie, en las que los mercaderes ponían sus puestos y vendían sus mercancías. Cuando Ananías recibió aquel mensaje, le parecería sumamente extraño. Habría sido normal que se llegara a Saulo con toda clase de recelos, emprendiendo de mala gana una tarea desagradable; y podría haberse dirigido a él con recriminaciones. Pero, no; sus primeras palabras fueron: "¡Hermano Saulo!»
    ¡Qué maravillosa bienvenida! Es uno de los más sublimes ejemplos de amor cristiano, del sentimiento que Cristo puede producir. Bryan Green nos cuenta que, después de una de sus campañas en América, pidió a los presentes en la última reunión que se pusieran en pie y dijeran en pocas palabras lo que les había ayudado. Una chica de color se puso en pie. No tenía costumbre de hablar en público, y no dijo más que unas frases: "En esta campaña he encontrado a Cristo, y El ha hecho que pudiera perdonar al que mató a mi padre.» ¡Hizo que pudiera perdonar! Esa es la esencia del Evangelio. En Cristo se encontraron Saulo y Ananías, dos hombres que habrían sido enemigos irreconciliables, pero que se reconocieron como hermanos.

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