“TODO COMIENZA CON UNO”
“Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo (2 Corintios 4: 6).”
La familia mandó llamar al doctor William Rogers y mientras este llegaba, Sara exprimió los pañales de la niña en una cubeta de agua tibia, descendió al sótano de la casa y la vació en la fosa séptica que se encontraba frente al edificio, en el número 40 de la Calle Estad. Así empezó la epidemia de cólera más agresiva en la historia de la ciudad de Londres, que duraría poco más de diez días y causaría la muerte de 616 personas en una zona de apenas algunas manzanas.
En aquel tiempo se creía que el cólera se transmitía por medio de miasmas, por el aire. Lo que no se sabía es que el cólera se transmitía por el agua. En un fascinante estudio titulado The Ghost Map (El mapa fantasma), Steven Johnson relata la historia de cómo John Snow y Henry Whitehead trabajaron incansablemente durante meses, rastreando el origen y desarrollo de la epidemia, luchando contra la superstición y la obstinación de científicos equivocados, para demostrar que el cólera se había diseminado por el agua. Sin la ayuda de computadoras ni de equipos modernos lograron rastrear el origen de la epidemia hasta la bebé Lewis y encontraron cómo la fosa séptica que estaba enfrente de la casa había contaminado la fuente de la Calle Broad que se encontraba a unos pocos metros de distancia.
La hazaña de esos dos hombres puso el fundamento de la epidemiología moderna, transformó el desarrollo arquitectónico de las ciudades y la estructura del gobierno. La tragedia es que la fuente de la Calle Broad era famosa por la calidad de su agua. Algunas personas venían de otros barrios a beber de ella. En señal de gratitud, los hijos enviaban a sus padres agua de aquella fuente a localidades lejanas.
La epidemia empezó con la enfermedad de un bebé, pero el pozo dio a la epidemia su fuerza devastadora. Dios nos ha elegido como portadores del «virus» del evangelio. ¿Eres un agente portador del virus del evangelio, o por el contrario transmites la destrucción?
Tomado de: Meditaciones Matinales para Jóvenes 2013
“¿Sabías qué…?”
Por: Félix H. Cortez
El poder seductor de Satanás.- 2Co.4:3-6 (2Co.2:11; Jun.15:3).
ResponderEliminarLa justicia exige no sólo que sea perdonado el pecado, sino que deba ejecutarse la sentencia de muerte. Dios hizo frente a ambos requerimientos con la dádiva de su Hijo unigénito. Al morir en lugar del hombre, Cristo pagó completamente el castigo y proporcionó el perdón.
El hombre ha sido separado de la vida de Dios por el pecado. Su alma está paralizada por las intrigas de Satanás, el autor del pecado. El hombre es incapaz por sí mismo de percibir el pecado, incapaz de apreciar la naturaleza divina y hacerla suya. Si ésta fuera colocada a su alcance, en ella no habría nada que deseara el corazón natural del hombre. Sobre él está el poder seductor de Satanás. Todos los ingeniosos subterfugios que puede sugerir el diablo son presentados ante su mente para impedir todo buen impulso. Cada facultad y atributo dado al hombre por Dios ha sido usado como un arma contra el Benefactor divino. De modo que aunque Dios lo ama, no puede impartirle, sin correr peligro, los dones y las bendiciones que desea prodigarle.
Pero Dios no será derrotado por Satanás. Envió a su Hijo al mundo para que al tomar la forma y la naturaleza humana, la humanidad y la divinidad combinadas en él elevaran al hombre en la escala del valor moral ante Dios.
No hay otro camino para la salvación del hombre. “Separados de mí -dice Cristo- nada podéis hacer”. Por medio de Cristo, y sólo Cristo, las fuentes de la vida pueden revitalizar la naturaleza del hombre, transformar sus gustos y hacer que sus afectos fluyan hacia el cielo. Mediante la unión de la naturaleza divina con la humana, Cristo podía iluminar el entendimiento e infundir sus propiedades vivificadoras por toda el alma muerta en delitos y pecados (MS 50, 1900).